martes, 3 de marzo de 2009

Cuando el marqueting no funciona o Cómo David Beckham fue perdiendo su renombre.

El problema de que el producto que vendes seas tú mismo (más allá de vender tu cuerpo, que poco tiene que ver con la calidad y campaña publicitaria que realices) es que cualquier cambio en la cotización del mismo te puede llevar del Olimpo al infierno.
Eso lo aprendió demasiado tarde David Beckham, el esposo de la MILF más mamasota del ámbito fútbol-espectáculo, quién por seguir el sueño americano y buscar conquistar las pantallas, los escaparates y darle gusto a su señora, cambió su papel como genio del balón que tenía en Europa por una portada en las revistas pop de los Estados Unidos.
Si bien es cierto que aún conserva el toque y la calidad de un jugador digno del calcio italiano, poco queda de ese galáctico que colaba a la portería rival balones mejor teledirigidos que un misil tomahawk sobre mezquitas afganas, y quién, además de imponer el corte de cabello más cotizado del 2002 (título obtenido sin mucho esfuerzo, dado el nivel de sus competidores) también guió a la selección de Inglaterra desde las eliminatorias hasta los cuartos de final en el mundial de ese mismo año, pasándole por encima (y en parte dejando fuera del torneo) a la selección Argentina.
La vanidad generalmente no va ligada al talento, y aunque el Spice Boy parecía ser el eslabón perdido entre ambas cualidades, su ambición por llegar más lejos con base en la imagen aunque pudiera haberlo conseguido sólo con su nivel de juego, le llevaron del Manchester United a un Real Madrid infestado de estrellas, donde inclusive (dada la presencia de Luis Figo en la posición que él ocupaba habitualmente) se vio obligado a jugar como contención.
El siguiente paso ya estaba definido desde que fichó con el club español: utilizar el número 23, asociado en los Estados Unidos a Michael Jordan, para penetrar en aquél país como el mejor futbolista del mundo. Así, después de un fracaso tras otro, fue a parar al equipo de Los Angeles Galaxy, en una tierra que tiene su afición al fútbol mayormente conformada por jovencitas universitarias, y donde, si bien es cierto que su contratación causó revuelo, también creó decepción cuando el público se enteró que Beckham no es un goleador, ni un definidor espectacular, mucho menos un jugador circense que inventa movimientos para entretener al público.
Ahora, luego de ser omitido en repetidas ocasiones a los llamados de la selección inglesa, y dada la cercanía del mundial 2010, provoca pena verlo suplicar a su club una oportunidad para permanecer en Italia y revalorarse de cara a la competición ya mencionada, cosa que podría pensarse como un deseo por volver a ser ese jugador galáctico que tantos clubes se disputan, aunque implicitamente sea porque en esa posibilidad de ir se juegua un alza en su imagen que le pueda hacer ganar otros tantos millones en patrocinadores.

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