sábado, 18 de abril de 2009

Popurrí mexicano con dedicatoria a los Tigres

Te vas porque yo quiero que te vayas.
Si bien el gol que significó la derrota de tigres cayó por un error de su linea defensiva —un muy grosero despeje de Manuel Viniegra—, en realidad el mérito se le podría atribuir por completo al equipo rival. Necaxa, dentro de sus limitaciones, nunca dejó de pelear por el balón, procurar el área rival y, a diferencia del equipo regiomontano —que desde fechas anteriores parece conformarse con un relativo orden defensivo y a no buscar gol más que por contragolpe— "Los rayos" demuestran estar conscientes que a éstas alturas del torneo da lo mismo perder por cuatro goles o uno solo, y que su única salvación es poner todas las fichas sobre la mesa esperando que en las cartas aparezca un as.

Me caí de la nube que andaba.
Sólo hace trece años el olor a descenso había sido tan penetrante entre la afición de Tigres como lo es hoy en día: no antier ni hace una semana, mucho menos hace un mes o un año, sino hoy mismo. Tigres daba la impresión de ser un perdedor con suerte, un equipo que, pese a las derrotas, el mal juego y los fracasos, se daba el lujo de ver cómo las circunstancias y el azar le iban favoreciendo, apelando siempre a la supuesta inferioridad de otros equipos, y pensando que el descenso es una enfermedad lejana que le sucede sólo a otros: hoy han caído en la realidad al ver en su propio patio la plaga que miraban sólo por televisión.

Sombras, nada más.
Atrás quedaron los tiempos en que Tigres, al mando de Ricardo Ferreti, dominaba las batallas en su patria y en la ajena, con un equipo bastante equilibrado para el cual calificar a la liguilla, más que un trámite, era un compromiso. Muchos técnicos han pasado desde aquellas fechas, sin que alguno logre imitar el buen fútbol conseguido por "El Tuca" —incluyéndolo a él mismo en un segundo y corto periodo— pero eso sí, la mayoría con un sueldo digno de Champions League. Ferreti fue despedido por caer contra Rayados en la semifinal, bajo la consigna de practicar un fútbol feo y aburrido: en la actualidad Tigres sí juega feo y aburrido, pero sin los resultados —ni el corazón— que se le veían durante aquella época.

Hoy que te hago tanta falta ya es muy tarde.
Los aficionados de Tigres darían muchas cosas por ver de nuevo en el equipo a figuras que por diferentes circunstancias —en su mayoría ajenas al buen fútbol— han salido de la institución: Andrés Silvera, Walter Gaytán, Ireneo Soares, Sebastián González, Javier Saavedra y Claudio Núñez serían buenos ejemplos. Incluso algunos tantos aún piensan en el aporte que podría provenir de jugadores que nunca fueron figura en Tigres pero cuyo talento quedó demostrado en otros equipos, como lo son Gastón Fernandez, Aldo de Nigris o Blas Pérez.

Del dinero y de Camelia nunca más se supo nada.
En lugar de ellos, Tigres cuenta, como en la película de Hell Boy, con un verdadero "Ejército Dorado": jugadores sin alma pero bañados en oro que atacan sólo bajo órdenes, de modos toscos y sin un un fin común. Fonseca, Bravo, Pérez, Marino y Pékerman son, seguramente, hombres a los que el descenso de Tigres nada les importaría, pero que no serían capaces de rechazar un mes de sueldo si ésto ocurriera.

Yo no sé matar pero voy a aprender.
Mención aparte se merecen los dirigentes felinos quienes, comenzando por el señor Enrique Borja —quien, dicho sea de paso, siente los colores azul y oro tanto como Maradona adora el rojo y el blanco—, parecen estar dispuestos a obtener los mayores beneficios económicos de su gestión, sin importarles en lo más mínimo desangrar al equipo: como dictadores que desde su palacio miran al pueblo morir; cual parásitos hambrientos matando a su hospedero mediante contrataciones costosas y movimientos innecesarios, pero claro, siempre llevándose su jugosa y clandestina comisión.

Muy feliz fui contigo, me conformé con nada y hoy te quedas sin mí.
Todo esto es una realidad muy triste e inmerecida por los aficionados a Tigres, quienes, en casi todo momento, han estado en la primera linea de fuego, dispuestos a recibir bomba y metralla, llorando las eliminaciones como si fueran asesinatos, y festejando las victorias por más que su número haya disminuido con los años; aficionados guiados por un amor verídico que, como todo buen amor, a veces lleva su grado se obsesión y ceguera.

Perdóname, mi amor, por todo el tiempo que te amé y te hice daño.
Sin embargo, son estos mismos aficionados quienes, con ese amor rayando colindando en lo patológico, han permitido que se cometan tantos crímenes a la institución. No les basta con ser la afición más bipolar y extremista del país —caso Chamagol: un año el modelo de camiseta más vendida en la ciudad, al siguiente la cabeza más pedida del norte de México—, sino que, cayendo siempre en el engaño de la esperanza, la venta de espejitos mágicos y las contrataciones mediáticas, generan una retroalimentación infinita: ¿qué les importa a los altos mandos que el equipo juegue mal, si antes del primer partido ya se vendió el setenta por ciento de las entradas para la temporada y la misma cantidad del primer tiraje de camisetas?

Además de ser valiente era bonita.
En el polo opuesto se encuentra un equipo cuya nómina podría ser cubierta con el sueldo de un solo jugador de Tigres: Puebla. Se trata de un conjunto que, además de jugar bonito, juega con el corazón; un equipo en armonía total entre Directivos —quienes, pese a sus disputas, han tomado decisiones correctas y enmendado las erróneas—, entrenador, jugadores y afición: se complementan como eslabones cerrados dentro de una misma cadena, en la que cada uno es autosuficiente y, a la vez, se apoya en los demás.

Aguanta, corazón, no sea cobarde.
A pesar de que Puebla se haya escapado en la competencia, y Necaxa se encuentre a sólo dos puntos de alcanzarlos, Tigres sigue dependiendo de ellos mismos para salvar la categoría y, aún en caso de que las cosas no se den como se espera, cuentan con la esperanza puesta en la buena suerte que hasta hace poco los cobijó, así como en un calendario casi imposible para el equipo de Ciudad Juárez el cual, además, cuenta con el porcentaje más volátil de todos.

Nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismo errores.
Sólo resta esperar a que éstos malos momentos dejen buenos aprendizajes en la institución de Tigres, sea en primera división, o en la de ascenso, sea de la mano de CEMEX o de otro grupo empresarial, pero eso sí, con una política renovada, que apele por el bien del equipo y no el de los bolsillos de unos cuantos.

Sólo queda desearles, como dijera José Alfredo Jiménez:
Ojalá que te vaya bonito

El balón es un cubo http://elbalonesuncubo.blogspot.com